miércoles, 21 de mayo de 2014

"Los niños del otro espejo" - parte 3

Martín a los 10 años no se comunica, el diagnostico orgánico indica esclerosis tuberosa progresiva, gira objetos y realiza movimientos estereotipados. Cuando lo veo por primera vez está tirado en el piso, la mirada se dirige al suelo. Totalmente hipotónico, aplastado, se queda profundamente dormido. El rostro en el suelo, el cuerpo desvencijado, aplanado en el piso, tal vez su único sostén. Procuro moverlo, hablarle, hacerle algo, pero no hay respuesta. Por unos instantes, quedo perplejo, desolado, comparto con él la caída, la agonía de un dormir sin sueño. 
¿Será eso lo imposible de representar? Y entonces... la angustia. ¿Qué hacer, cómo actuar? 
A sus 6 años, Ariel es catalogado por su discapacidad como perteneciendo al grupo del denominado “espectro autista”. Se presenta estereotipando todo el tiempo, con una soga, con sus manos y aleteando. El rostro asustado y triste delimita el exceso de sufrimiento que se enuncia porque habla escuetamente, tenuemente en tercera persona. No sonríe, continuamente (con la cabeza agachada) mueve la soga, la agita, tengo la sensación de que habla con ella. Decido comenzar a dialogar con la soga. ¿Será éste un modo de armar una relación con él y la tristeza? 

Alberto es un niño que tiene 4 años, que llega a la consulta con un diagnostico de “síndrome de Asperberg” ya que cumplía con los items A, B, C, y F de DSMB IV. Muy temeroso, está atento a todo lo que pasa, tenso en la postura corporal, está muy angustiado, repite palabras y frases que parecen no tener sentido ni hilación una con otra. No entra en el juego, se queda mirando objetos o se aisla en ellos. Alberto reproduce cuentos de memoria, los narra con todos los detalles, sin emocionarse ni conmoverse. Siento que no puede entrar en el cuento, lo bordea sin salida, pero ¿cómo entrar y salir del cuento para que un acontecimiento se inscriba? 
Necesito encontrar la respuesta en la misma escena del cuento que no cuenta, salvo el hastío de lo mismo siempre. ¿Podré entrar en la irrepresentable escena para contar otro cuento? 

Carla, es una niña de 11 años, se autoagrede, golpea puertas, tira del pelo, pellizca, no habla. A veces grita, no se comunica con sus compañeros, no esgrime ninguna demanda. El sonido inmóvil del dolor se presentifica drásticamente en sus gritos anónimos. ¿Cómo abrir un eco distinto si Carla no demanda? ¿Podré encontrarme con ella respondiendo a su grito? 



La Cátedra.

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