miércoles, 21 de mayo de 2014

"Los niños del otro espejo" - parte 4

¿Cómo encontrar a Pablo en las caóticas estereotipias? 
Daremos un breve ejemplo clínico del comienzo de un diagnóstico: Pablo es un niño de 7 años cuyo diagnóstico neurológico es de Síndrome Mioclónico Severo de la Infancia. Este cuadro provocó en él gran cantidad de episodios convulsivos que se desarrollaban día a día, los cuales han sido controlados recién en los últimos meses. 
Pablo no habla, tampoco mastica y realiza estereotipias, se golpea, gira, mira poco sin detenerse mucho tiempo en los otros, muerde, deambula, se babea, toma objetos y los arroja sin sentido o los saca de un lugar y los coloca en otro. ¿Cómo establecer un lazo con él? ¿Cómo otorgarle un sentido a esos movimientos estereotipados? 
En el comienzo, Pablo entraba al consultorio y tomaba objetos de una canasta o de los estantes y los tiraba para todos lados, yo intentaba tomar alguno, hablarle, saludarlo, comunicarme con él. Así noté que a algunos objetos (juguetes) él se detenía a mirarlos más, los tocaba, los babeaba o los arrojaba con más fuerza. A ese desborde caótico de objetos, movimientos, estereotipias que inundaban todo el consultorio, comencé a procurar colocarle un borde escénico. Así fue como me detuve en esos juguetes que más tiraba y más babeaba (un auto, una nena, un nene y un pajarito) y empecé a colocarles vida, a crear un enigma, o sea, a transformarlos en títeres o personajes, que comenzaban a tener un sentido para ambos y nos permitían establecer una primera relación entre nosotros. 

Entonces Pablo llegaba, tocaba y tiraba objetos, pero al tomar a la nena, o al pajarito o al auto, yo comenzaba a hablar como si fuera uno de ellos, cambiaba el tono de la voz y hablaba como un auto o una nena que, por ejemplo decían: “¡Hola Pablo! No me tires al suelo... me duele, no quiero... ay, ay, llevame con Esteban”. 
Ante estas palabras del personaje, a veces Pablo se detenía y me miraba entregándome el juguete, al que por supuesto yo saludaba y hablaba. Al hacerlo, incluía a Pablo en el diálogo imaginario y ficcional que construíamos. 
Otra veces, Pablo no me miraba y, como si no escuchara a los personajes (títeres, juguetes), los tiraba sin ningún sentido... En ese momento, yo como personaje, por ejemplo como auto o nene, gritaba: “¡Ay no, me duele! ¡Ay me lastimé!, ¡Esteban ay qué dolor!, ¡Pablo ayudame, tengo miedo!” 
Esperaba en silencio la reacción de Pablo, él a veces volvía a tomar al nene o al auto y me lo daba, con lo cual continuaba la escena, pero otras veces esto no ocurría, entonces yo como Esteban recogía el juguete y dialogaba con él acerca de lo que le había pasado. En esos momentos de gran intensidad dramática, tal vez Pablo estaba tirando otros objetos o golpeándose, era allí donde el juguete (personaje) y yo lo llamábamos, insistíamos hasta que, finalmente, Pablo venía. 



La Cátedra.

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