Muchas veces me encontré estereotipando con el niño, fue la única ventana de entrada, mirando ciegamente con él una luz, el blanco de la nada, moviendo un objeto, gritando, girando en el vacío, balanceándome mecánica, rítmica, locamente. Y sólo desde allí, en la extravagancia, dejándome desbordar por la plenitud gozoza y sufriente, en esa soledad y estatismo obscenamente indiferente, pude anticipar un sujeto e iniciar un lazo transferencial.
Al creer que había un gesto en la estereotipia, suponer en una mirada la demanda, percibir en la desmesura del grito la alteridad de un detalle, al captar lo insignificante en el estereotipar, una otra escena aparecía a través de la cual nos (des)conocíamos del mudo y tedioso otro espejo, para re-conocernos en otra imagen.
En este escrito me acompañan el asombro y la perplejidad del registro corporal-sensorial de esos intensos y dramáticos momentos, cuando el niño que sólo miraba la luz por primera vez se demora y en esa intensidad me mira. Cuando la niña que nunca había llorado (sin registro del dolor), al despedirnos de una sesión se lanza al estrépito del llanto. Llora porque nos despedimos, llora en y por la existencia del otro. Cuando la niña que sólo rompía plantas se detiene ante el grito de dolor que, como personaje planta, encarnaba (suponiendo la otra escena) y reacciona tomando el borde de la hoja, parpadea, me mira, se sonríe y corre a otra planta para darme a leer otro gesto en la infinidad del encuentro. En esos vértices, desde esos ángulos, el espacio otro que invade al niño deshabitándolo se resquebraja, aparece una fisura, el hastío sofocante de lo mismo se desvanece y en esa pérdida emerge una nueva imagen, tal vez el primer y efímero secreto.
La Cátedra.
realmente para reflexionar, y también para comentar en las escuelas. En mi escuela hay muchos chicos integrados , y cuanta razón que tenía , con los ejemplos que dio.
ResponderEliminarExcelente conferencia.